Como cambia la forma de
enfocar un viaje cuando se planea
hacerlo en solitario, en pareja o con un grupo de amigos a cuando se planea
hacerlo si llevas contigo un niño.
Qué lejos quedan aquellos
trekkings de ocho horas durante tres días en Thailandia; o aquel vuelo
trans-oceánico para aterrizar en Costa Rica y recorrer sus selvas entre
cualquier tipo de ser vivo; o aquellas tres horas de autocar por las “segurísimas”
carreteras de Egipto para observar el impresionante Abu Simbel….
Ahora, allá donde vamos,
siempre viene con nosotros Daniela, ese pequeñito ser que con dos años y tres
meses ya ha recorrido más mundo (París, en la tripa de su madre; Estocolmo;
Croacia desde Zagreb a Dubrovnic; Andorra; Lanzarote dos veces; y ahora Oslo)
que yo cuando tenía veinticinco. Daniela
es una más y ya no imagino un viaje sin ella.
Así que ahora en
lugar de las tirolinas de Monteverde en
Costa Rica, los ping-pong show de
Bangkok o las colas a 40º para entrar en la pirámide Keops, las excursiones que
hemos organizado han sido: la casa de verano de Papa Noel; buscar
Trols, visitar el Museo de Arte Infantil; la granja Bogstad; el
parque gigante de Vigeland; o el parque temático que revive el Oslo de
los siglos XIX y XX; . También hemos
tenido tiempo de ver el trampolín de saltos de esquí de Holmekollen.
¿QUIÉN DICE QUE
NO SE PUEDE VIAJAR CON NIÑOS?
Drobakk (La casa de verano de Papá Noel)
Buscando Trols
Museo Internacional de Arte Infantil
Granja Bogstad
Parque Vigeland
Museo Folklórico de Oslo
Trampolín de saltos de esquí Holmekollen
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